El
virus más peligroso es el miedo, pocas cosas nos asustan más que la impotencia,
resulta increíble ver a las grandes potencias de rodillas ante un microbio. Hay
palabras que generan pánico aunque su definición literal no debería ser así.
Pandemia: es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países, su
definición no habla del índice de mortalidad ni es una sentencia apocalíptica.
Sin embargo, cada vez que se usa atrae la atención de los presentes y produce
susto y temor.
El
Coronavirus ya está en todas partes, sorprende su capacidad de contagio y el
hecho de que ataca en las sombras, en silencio, podemos ser portadores por
semanas antes de presentar síntomas y eso hace que podamos haber compartido
inocentemente el virus con mucha gente.
Reyes,
artistas, deportistas famosos y muchos otros que creíamos inmunes por su poder
económico están igual de infectados que un chinito desconocido de Wuhan. No
somos nada, no vale el dinero ni las posesiones materiales, es el momento de
volver a ser todos iguales.
Hoy
nos hemos acordado de nuestros abuelos, nos preocupan por primera vez en mucho
tiempo, estamos angustiados por nuestros hijos y cada uno respirando con la
duda de lo contenido en el aire a nuestro alrededor.
De
nada vale acaparar desinfectantes, debería preocuparnos una mejor distribución,
hoy solidariamente ocupamos los unos de los otros, ocupamos que cada uno haga
su tarea personal de higiene y prevención en el metro cuadrado que le
corresponde.
Tal
vez hacía falta una pandemia para que volviéramos a ser familia, a protegernos
juntos, a compartir en casa, a reencontrarnos, sin ir al gimnasio, al bar, o al
estadio por un tiempo. A pesar de que se recomienda mantener una cierta
distancia, no besarnos ni abrazarnos, hace mucho no estábamos tan juntos.
No
sabemos que va a pasar, el virus nos quitó la paz, la amenaza ha generado una
gran incertidumbre. Aunque los gobiernos llaman a mantener la calma, decretan
emergencias nacionales y toman medidas no vistas desde la segunda guerra
mundial. Difícil mantener la calma en alerta roja. Hagamos el esfuerzo.
El
sensacionalismo con que se tocan los temas en la prensa y la amplificación que
le dan las redes sociales magnifican el impacto real y producen angustia y zozobra.
No debemos sucumbir al pánico, no debemos detener el mundo, el impacto
económico será gigante, reducirá aún más los pobres índices de crecimiento que
presentaban las economías del mundo, pero la crisis será transitoria, la
pandemia desaparecerá y la vida volverá a la normalidad, el efecto en las
economías del mundo está por verse, algunos hablan ya de cifras sin precedentes
en la historia. Nos recuperaremos y volveremos a levantar cabeza.
Las
medidas que se están tomando pretenden hacer más lento el ritmo de contagio,
cortar la cadena de transmisión, esa es nuestra tarea más importante en la
lucha que todos debemos dar. Urge evitar la simultaneidad de la infección para
no colapsar el sistema sanitario, aun los mejores sistemas del mundo no tienen
tantas camas disponibles para una avalancha de enfermos. En algún momento todos
habremos tenido la enfermedad o alguien cercano a nosotros la habrá sufrido, el
planeta sobrevivirá al virus y la raza humana también.
Hoy
es tiempo de acercarse a los suyos, compartir el pan, disfrutar de la compañía
en familia, agradecer a Dios lo que tenemos y lo que somos, es tiempo de
cuidarnos los unos a los otros y no permitir que el miedo nos cause más daño
que el virus.