El efecto de las cosas que suceden en la vida está descrito por la siguiente ecuación C + R = E que se describe así: Las cosas que suceden en la vida (C) más la reacción nuestra ante estas cosas (R) da como resultado el efecto real (E) de esos eventos en nuestra existencia.
De esta ecuación generalmente la variable que no controlamos o difícilmente controlamos y casi siempre no podemos prevenir es la de las cosas que suceden, las otras dos partes serán variables y su resultado depende ante todo de nuestra reacción a lo sucedido.
Es natural y normal que nuestros sentimientos se vean influenciados por las cosas que nos suceden y hasta nuestra autoestima y seguridad propia pueden verse afectadas por estos eventos. Pero en esta relación nuestro poder está en que nosotros somos los que decidimos la forma en que enfrentamos los sucesos diarios.
Como reaccionamos ante los hechos complicados de la vida, que son los que generalmente nos ponen a dudar de nuestra capacidad, de nuestra suerte y de nuestra seguridad en nosotros mismos, hace la diferencia entre obtener un resultado fatal, depresivo o derrotista contra obtener una experiencia positiva, una lección de vida, un cambio de timón o transformar una aparente desgracia en una oportunidad de mejora.
Mucho de cómo manejamos nuestros sentimientos, emociones y reacciones ante diversas situaciones se explica en la teoría de la inteligencia emocional, descrita por Goleman como la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos y la habilidad para manejarlos. Otra teoría muy interesante al respecto es la de Gardner de las inteligencias múltiples que describe la inteligencia interpersonal (capacidad para entender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas) y la inteligencia intrapersonal (capacidad para comprenderse uno mismo y apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propias).
Creo que el resultado de nuestros pensamientos, al calor de la percepción de cada uno de los hechos que nos suceden, se define luego de un arduo proceso de discusión interna en ese monólogo personal que todos realizamos a diario. Cada cosa que nos sucede es valorada al interno considerando pros y contras o como bien se ha descrito en algunas caricaturas, se nos aparece un angelito en el hombro izquierdo y un diablito en el hombro derecho hablando cada uno a nuestro oído exponiendo por un lado las cosas buenas y positivas de lo sucedido y por el otro las cosas malas y negativas, juntándose todas en un monólogo que definirá nuestra reacción ante cada suceso. Esta reacción puede ser una gran motivación llena de ideas brillantes y que aplicadas como el factor “R” a la ecuación anterior nos permita generar un resultado agradable, satisfactorio y positivo o puede ser nuestra reacción negativa y perdedora, en cuyo caso se habrán impuesto nuestros temores y desmotivadores generando un resultado negativo en la ecuación.
Esa conversación “yo con yo” nos motiva o nos entierra, el secreto está en que la misma no sea una conversación democrática sino una evaluación racional, emocional y espiritual de hechos con los que yo tomo una decisión final respecto de la actitud que voy a asumir para enfrentar las cosas de la vida. En otras palabras, en el momento en que impongo que en mi mente mando yo y soy yo el que define el tiempo de pensamiento que le voy a dedicar a cada tema antes de tomar una decisión sobre mi proceder, es cuando empezaré a definir las mejores y más convenientes reacciones para cada evento de la vida.
No permitamos que nuestra mente divague y se distraiga en temas sin relevancia, no permitamos que se pierda el tiempo pensando en temas que no tienen solución, hagamos que nuestro monólogo interno sea cada vez más productivo y nos lleve a concentrarnos en los temas importantes, valorándolos con intensidad y resolviendo sin atraso.
Un ejemplo simple es el siguiente: pensemos en esta situación, nos hemos preparado mucho para asistir a una fiesta, llevamos una semana a dieta, preparamos nuestro mejor vestido y nos sentimos muy bien presentados y la primera persona que nos encontramos en la entrada del salón nos recibe con un “que gordo estás”, hecho que no hemos podido evitar, tenemos que decidir en el instante si eso nos hará sentirnos mal, arrugará nuestra cara, perderemos nuestra sonrisa y saldremos corriendo a llorar al jardín o si simplemente tendremos la capacidad de contestar al instante “gordo pero feliz” y daremos un paso firme dentro del salón llenos de la confianza que nos da el poder manejar nuestros sentimientos y pensamientos y disfrutaremos de una velada inolvidable.
De esta forma la ecuación C + R = E producirá cada vez más efectos positivos a nuestra vida producto de la reacción que tengamos ante los eventos, aunque los cosas que sucedan no necesariamente apunten en esa dirección.