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Marco Urbina La Gran Crisis Económica del 2008 acabó…
Miércoles 15 Febrero 2017 Marco Urbina
Dentro de un cuarto de siglo vendrán mis nietos a preguntarme qué sé de la Gran Crisis Financiera e Inmobiliaria del 2008. Sentado en mi vieja mecedora, lleno de orgullo y nostalgia les diré que yo soy un sobreviviente de esa época, que como si hubiera sido una guerra, nadie nos preguntó si queríamos participar y que muy tristemente ese batallón, en el que me tocó enlistarme, rápidamente fue viéndose reducido, debido a la estricta política de reducción de costos que hubo que implementar, fueron días difíciles, donde cada mañana se salía a trabajar sin saber  si al terminar el día tendríamos trabajo, sin saber si podríamos seguir alimentando a nuestras familias y pagando nuestras deudas.

Les contaré, como cada vez éramos menos haciendo más, que debimos asumir sobrecargas de trabajo, se congelaron los salarios, aumentaron los horarios, en fin que entramos en una época  de administración en crisis, dónde sólo se podía atacar lo urgente-importante, compuesto básicamente por problemas apremiantes, toma de decisiones siempre al límite, imponiendo cada vez más restricciones y resolviendo solamente el corto plazo, esto era agotador y desgastante.

Recordaré como me tocó ver compañeros padecer de altos niveles de estrés que les produjeron presión alta, gastritis, colitis, ansiedad, insomnio, ataques de pánico y depresión y como  vi  gente decir “hasta aquí, ya no puedo más”. Esta turbulencia constante y estresante también nos acostumbró a prestarle atención prioritaria a cosas que son urgentes pero  que no son importantes, en fin nos atrapó la urgencia.

En esa época vimos caer grandes instituciones financieras y de seguros de impacto mundial que desplomaron las bolsas y la burbuja inmobiliaria que venían experimentando los Estados Unidos, si bien es cierto sus efectos principales fueron en el mundo desarrollado, sectores como los bienes raíces y el financiero nuestro se vieron muy afectados, quedando muchos proyectos de playa en ruinas y otros pospuestos años en la ciudad.

Estaré en ese momento disfrutando de la jubilación, recostado en mi vieja mecedora en la casa del mar, disfrutando de los beneficios que me generó esa época, porque la experiencia que adquirí durante la crisis me convirtió en un activo hiper valioso para  muchas empresas, pero ante todo estaré convencido que el haber logrado superar esa época nos demostró, de que estábamos hechos realmente y nos confirmó que además de buena preparación académica y experiencia, hay momentos en que laboralmente se debe sacar la casta, el valor y la osadía para sobrevivir.

Aún un poco senil, lo último que olvidare antes del viaje final, porque lo llevo tatuado en el alma, es el nombre de mis compañeros de batalla, uno a uno podré repetirlos con un lágrima en mi mejilla y la voz entrecortada pero sin olvidar a ninguno. Los que trabajaron conmigo saben que siempre seleccioné subalternos de primera clase, a los que les quedaba muy claro que para mí, primero estaban las personas antes que las tareas. 

Nunca olvidaré el día que tomamos la decisión de que la crisis se había acabado para nosotros, cuando juntos definimos de que ya era hora de dedicarnos a lo importante - no urgente, a planificar adecuadamente, a lo que crea valor en el largo plazo, cuando dijimos que ya era hora de darle a cada jefe de nuevo la estructura necesaria para que los encargados de generar negocios se dedicaran a eso y a construir relaciones y hacer crecer los ingresos, sabiendo que contarían con el apoyo operativo necesario, ese día juramos que la  rotación de personal se acababa, porque las condiciones de remuneración se adecuarían a la realidad y el empleado se podría concentrar en alcanzar resultados y no en cómo  pagar las cuentas.

 Así como  nosotros las otras empresas y el país en alguna fecha en el 2012 concluimos que la crisis se acabó y hasta que esa decisión fue tomada salimos de la turbulencia  y entendimos que el futuro sería mejor para todos,  porque entrar en crisis no fue decisión nuestra pero decidir cuándo se acabó sí.

 Podré contarle a mis nietos miles de anécdotas y recuerdos que me tomarían toda otra vida, sólo hablando de ese quinquenio, podría mostrarles muchas veces mis medallas, pero ante todo quisiera dejarles el mensaje de que no sólo con esfuerzo, trabajo duro, estudio, creatividad y una  buena administración del tiempo se logran milagros empresariales, sino que ante todo se requiere un grupo humano como el que tuve la oportunidad de formar parte durante la gran crisis económica mundial del 2008.

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