Con
frecuencia escuchamos a la gente mayor reclamar la pérdida de valores en
nuestro hermoso país y exclamar el deseo de recuperar los valores del
costarricense. La realidad es que estos no se han perdido y según mi última
encuesta sobre el tema, la esencia del ser costarricense se mantiene intacta,
lo que ha pasado es que, al igual que en muchos otros campos, a los valores los
ha alcanzado la diversidad y la globalización.
El
costarricense promedio sigue siendo ante todo: amable, cortés, pacífico,
humilde, alegre, solidario, confiado, servicial, respetuoso y colaborador. Sin
embargo, recordemos que los valores son formas de comportamiento generalmente
adoptados en el hogar, en la familia, que son considerados buenos dentro de la
sociedad en la que se desarrollan y nuestra sociedad se ha diversificado mucho
en los últimos lustros.
Dicho esto,
la sociedad costarricense de hace 50 años era mucho más pequeña y pareja y por
ende sus valores eran compartidos por una mayor proporción de los miembros de
dicha comunidad. Los valores no necesariamente son los mismos en cada lugar o
grupo humano. Los caníbales, los nazis y hasta las pandillas tienen sus
valores. Lamentablemente en nuestra sociedad la brecha entre clases se ha ensanchado
significativamente y eso de la mano de la globalización, la promoción de la
diversidad y del acceso amplio e irrestricto a la tecnología, que sin duda
permite a todas las personas recibir información y mensajes de toda índole y
procedencia, han generado que la escala y la cantidad de valores sea más amplia
y diversa. Para bien o para mal.
De igual
manera hace cinco décadas también había comportamientos dañinos y negativos,
conocidos como antivalores, entre los que destacaban: pereza, vagancia, impuntualidad,
conformismo, mentira, choteo, postergación, hipocresía, doble moral y envidia.
Claro que en general en la Costa Rica de hace medio siglo el balance era más
positivo que negativo.
La
globalización, el negocio de la droga y la diversidad de género han entronizado
el materialismo, multiplicado la maldad y motivado la revelación de
comportamientos que antes se mantenían dentro del armario, pero no era que no
existían, era que se reprimían. Estas situaciones hacen que hoy, si bien es
cierto un alto porcentaje de los costarricenses sigue compartiendo la misma
escala de valores y de antivalores, encontramos en distintos grupos de la
sociedad diversos comportamientos, positivos y negativos, que han ganado
terreno y aumentado su participación porcentual en la población. Nos hemos
acercado más a los extremos, antes muchos éramos bastante buenos y poco malos,
hoy tenemos grupos de todo tipo igual que la mayoría de las sociedades del
mundo. No estamos solos en esta coyuntura.
En la
actualidad los padres hemos abandonado la función primordial de educar (formar
en valores) a nuestros hijos y pretendemos que los maestros cuya función
principal es instruir, hagan lo que los padres dejamos de hacer. En el pasado
muchos de los maestros asumían la función de co-padres, por lo que los chiquillos tenían doble dosis de
educación en esos valores que añoramos.
En la era
del conocimiento, que nos ha traído nuevos actores al sistema educativo, el
control parental desapareció y muchos de nuestros niños son educados por Youtube a la libre, es más fácil darles
acceso a un dispositivo electrónico que conversar con ellos, es más fácil
entregarlos a la chupeta electrónica que jugar con ellos, es más fácil dejarlos
en manos de la web que educarlos. Siempre será más fácil no disciplinar que
disciplinar, no nos quejemos entonces, cuando los resultados no sean los
esperamos.
La
tolerancia con exceso deja de ser tolerancia, la persuasión y la negociación no
deben eliminar a la disciplina, la cortesía y la amabilidad no deben permitir
el irrespeto, la necesidad no justifica nunca la maldad. Padres y madres
retomen sus funciones, formen hijos capaces de ser buenos seres humanos, denles
las herramientas para pensar con claridad en las consecuencias de sus actos
antes de llevarlos acabo, enséñenles a pensar, prepárenlos para decidir por el
bien en lugar del mal, no le den todo a sus hijos enséñenles a ganárselo con
integridad. No piensen en que país le heredarán a sus hijos, piensen en qué
hijos le heredarán al país.
Volvamos a
los básico, enséñeles a saludar, a dar las gracias, a no tomar lo ajeno, a
pensar antes de hablar, a perseverar en sus sueños, a leer cada día, a trabajar
con dignidad, a ordenar su cuarto, a ser optimistas y pensar positivo, a tener
un propósito en la vida, a disfrutar de todo lo que tienen así sea poco, a
amar, a moderar sus impulsos, a pedir las cosas por favor, a examinar su
conciencia con frecuencia, a rectificar el rumbo cuando es necesario, a hacer
las tareas antes de ir a jugar, a ofrecer disculpas cuando han metido la pata,
a ser humildes aún en la grandeza, a ahorrar, a ponerse en los zapatos de los
demás antes de juzgar, a emprender, a quererse a sí mismos, a ser puntuales, a
lustrar sus zapatos y preparar la ropa que se pondrán al día siguiente, a
eliminar de su ser la pereza, a pedir las cosas por favor, a no tirar la basura
a la calle, a disfrutar el conocimiento, a compartir en familia, a querer
superarse cada día.
Educar bien
no es fácil, pero es el mejor regalo que les pueden dar a sus hijos. Queremos
recuperar los valores del costarricenses, volvamos a asumir la formación de
nuestros hijos. La esencia sigue en su lugar volvamos a compartirla todos por
un futuro mejor para nuestra patria.