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Marco Urbina El Rol del Aficionado en el Futbol
Miércoles 15 Febrero 2017 Marco Urbina
Con gran satisfacción he tenido la increíble oportunidad de asistir a los dos eventos futbolísticos de inauguración del Estadio Nacional y puedo decir que el Estadio sacó nota 100.

Los actos de protocolo, la logística de transportes, el espectáculo chino, los juegos de pólvora, luces y música también sacaron nota 100, pero el aficionado al futbol desentonó, no sólo por la gran cantidad de basura en el estadio y sus alrededores, así como por los daños que ya se notan en las instalaciones, sino por el pobre apoyo a los muchachos de la Selección Nacional que saltaron a la maravillosa cancha a dar un pésimo espectáculo deportivo en el primer partido, caso contrario sucedió en el segundo encuentro donde en reconocimiento al esfuerzo, entrega y actitud de los jugadores el aficionado estuvo de su lado todo el encuentro. En otras palabras el aficionado se ha comportado según el espectáculo que esté dando el equipo, cosa que me parece muy lógica, no debe pretender el técnico que si el equipo juega mal se le apoyé igual que si juega bien. 

El futbol es así, hay que seguir trabajando, ahora toca pensar en el próximo partido, tuvimos un mal día, fallamos muchas opciones de gol y el rival concretó las pocas que tuvo, nos faltó concentración, el rival también juega, somos once contra once, la cancha no estaba en buenas condiciones, el clima estuvo muy pesado, son cosas del futbol…, son algunas de las más trilladas excusas usadas por los jugadores y técnicos cuando el partido no ha sido lo deseado y en realidad deberían decir por ejemplo: el rival fue mejor, jugamos muy mal, el planteamiento fue pésimo, no hicimos bien nada de lo que ensayamos, el cuerpo técnico planificó mal el partido, no escogió bien a los jugadores que salieron a la cancha y no pudo hacer los cambios adecuados durante el partido.

La afición siempre quiere que su club gane y psicológicamente juega un papel importante en los jugadores de su equipo que al sentirse apoyados y empujados por sus “fans” se deben llenar de adrenalina y energía adicional para dar un segundo esfuerzo, para correr más y demostrar porque merecen ese apoyo con un mejor futbol y más entrega. Lamentablemente esa ecuación en nuestro país se cae a pedazos cuando el aficionado que es experto en futbol, rápidamente nota que el equipo no da tres pases seguidos, que no hace tres tiros al marco rival en todo el juego, que los muchachos alineados no están haciendo una gesta heroica en la cancha, sino que parece que hubieran entrado descontrolados, con pereza, cansados por el calentamiento previo y no corren en la cancha lo que los aficionados esperan por su tiquete. Aquí el aficionado se convierte en fanático herido y traicionado, empieza a chiflar a su propio equipo y salta de un campo de futbol a una plaza de toros y  canta el ole, ole, ole, a favor del equipo rival para ver si sus jugadores reaccionan y se inyectan una dosis de verguenza y orgullo para darle vuelta a lo que está sucediendo en el campo.

Es triste que el técnico no se dé cuenta tan rápido como los aficionados que  su trabajo de la semana falló y que luego de un triste espectáculo, pretenda resaltar las pocas cosas buenas que se dieron en el campo, muchas por casualidad, como el resultado positivo del trabajo horrible que su equipo hizo en el partido. Aún es más triste que regañe al público por el abucheo temprano, que no es otra cosa que el esfuerzo del aficionado por hacerle ver al técnico desde las alturas las cosas que tal vez él no ve por estar tan cerca de la cancha. No puede esperar el público al final del partido para silbar, ya para qué, lo malo es que ni jugadores, ni cuerpo técnico entiendan que el aficionado está recordándoles que deben dar buenos pases, que deben correr más, que deben desmarcarse, que si no tienen el balón deben ir a buscarlo con entrega visible, que deben brindar un buen espectáculo y que si todo eso se hace y se ve, al final aún la derrota va a ser más digerible para todos. Gigante tarea tiene el técnico de lograr que su equipo juegue siempre con la intensidad del segundo partido y no con el desgano del primero. Porque que se puede, se puede y así quedó demostrado en estos juegos.

A veces parece que sólo los aficionados se dan cuenta que nuestro futbol es el único que no se supera y ya los demás nos alcanzaron, que no tenemos suficientes jugadores buenos para tantos equipos en primera, que no hacemos buena gestión de ligas menores, que mientras sigan mandando en las gradas las barras bravas cada vez menos familias irán al estadio, que tenemos muchos entrenadores con poca preparación y experiencia,  que ya no hace falta ser titular y destacado en un equipo para integrar la selección nacional, que el público ya no va a los estadios porque el espectáculo es malo y porque los pocos jugadores que destacan en unos algunos partidos y sin consolidarse en el medio nacional rápidamente son comercializados en otros países en ligas de poca monta. Lo único maravilloso en nuestro medio son los agentes de los jugadores que con magníficas ediciones de video logran firmar contratos donde el que más gana es el agente y que los pocos muchachos que van al exterior a hacer una prueba generalmente regresan rechazados. 

Ningún deporte se acerca a igualar la popularidad del fútbol pero tampoco ningún otro deporte despierta una pasión así. El fútbol se ha convertido en un libertador emocional. Algunos creen que el estadio es el único sitio donde escondidos entre la masa pueden gritar lo que quieran y sacar todas sus frustraciones personales en contra del rival, del árbitro o hasta de los jugadores de su propio equipo. No señores, eso está mal, no importa que tan mal esté jugando tu equipo, ningún jugador sale al campo con la intención de hacer las cosas mal, todos quieren sobresalir, triunfar y ser reconocidos como estrellas, ninguno sale al campo diciendo hoy voy a ir a buscar que me abucheen en grande. Ahora bien el disgusto y el chiflido se acaban con un gol a favor, ah la magia del gol y si además se gana todo lo malo se borra aunque sólo se jugaran tres minutos de buen futbol en todo el partido. El aficionado es resultadista porque ante todo le interesa ganar como sea.

Ser aficionado a un club de futbol resulta la forma en que muchas personas pueden sentirse parte de algo más grande, más trascendental, por eso el aficionado vibra y sufre con los resultados de su equipo. Esa emoción, ese sentimiento de triunfo que no encuentra en el día a día, por 90 minutos es real y tangible. Cuando llega el silbatazo final y existe un resultado favorable, el aficionado sabe que es parte del triunfo, si su equipo gana, él gana. Él es el que llena los estadios, el que grita gol y el que hace grandes a los jugadores y equipos. Aunque su aporte al club sea solamente pagar la entrada al estadio y comprar una camiseta “no oficial” del equipo.
 
Sin embargo, ¿Por qué traiciona aquello que tan feliz parece hacerlo? ¿Por qué convierte un deporte con honor, en una disputa social? ¿Por qué lleva su frustración al estadio? ¿Por qué lleva violencia al fútbol? 

Costa Rica debería distinguirse por la seguridad y el ambiente cordial que se vive en sus estadios. Las atrocidades que pasan en otros países deberían ser sólo noticias en el nuestro y el mundo debería ver a nuestros aficionados como ejemplo de que nuestro país es aún privilegiado por su educación. No obstante, cada vez son más frecuentes las tormentas en las tribunas generadas por las barras bravas, desde golpes fuera de los estadios hasta gente perdiendo la vida. Sin embargo, son estas barras las que sí apoyan a los clubes como los técnicos quieren, muchas veces producto del excesivo consumo de sustancias no deseadas, brincan y cantan los 90 minutos sin saber a veces como va el marcador o medir la calidad del espectáculo que se está ofreciendo. Este no es el aficionado que queremos, ni el que le conviene a los clubes.

Se acabó la excusa de las malas canchas, hoy los clubes han hecho esfuerzos por tener canchas sintéticas para no tener partidos en barreales pero el futbol sigue jugándose como si el barreal aún existiera. La baja calidad del espectáculo, los planteamientos cada vez más defensivos y calculadores de muchos entrenadores que olvidaron que el futbol es arte y magia para hacer goles y no  patadas y empujones para evitar que nos los hagan, tienen las graderías vacías hasta de los equipos más populares.

Aficionado, al estadio no se va a insultar, si no quiere apoyar a su equipo haga silencio y vea el partido,  pero si usted siente la pasión y el deseo de que su equipo gane apóyelo, cante, aplauda  aunque juegue mal. Yo sé que nadie nos ha enseñado nunca como debemos comportarnos en los estadios de futbol, aunque sí sabemos cómo debemos comportarnos en la iglesia o en el teatro, si no nos gusta lo que vemos nos salimos y nos vamos pero no le chiflamos al cura o le gritamos perra al actor. De igual manera en los estadios merecen respeto los jugadores, los árbitros y los otros aficionados que están al lado nuestro y que también pagaron su boleto para ver futbol y no para oír vulgaridades y ver pachucadas. Digamos sí a los estadios seguros, al publico respetuoso y que apoya a su equipo con la intención de verlo ganar, sepamos ser buenos ganadores y buenos perdedores, no perdamos de vista que estamos ante un juego y que como tal debe divertirnos y permitirnos pasar un buen rato.

La pasión por el juego no debe ser encaminada de forma incorrecta. Si esa misma pasión y esfuerzo la empleamos de manera proactiva, podemos lograr grandes cosas y cuidar el deporte que tanto amamos.

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