Nombres como Juana, Cesar, Otto, Mitch, Tomás y Nate nos recuerdan que cada cierto tiempo nuestro bello país se ve azotado por fenómenos naturales inevitables que causan desastres que sí son evitables. Lamentablemente en cada uno de ellos se repite la misma historia, pérdida de vidas humanas y animales, graves daños a la infraestructura vial del país, puentes caídos, las mismas zonas inundadas una y otra vez y mucha gente pobre afectada severamente en su patrimonio por la corta visión y pésima gestión de quienes deben gobernar, entendiendo gobernar por pensar y actuar por el beneficio del pueblo.
Loable es la acción de los comités de emergencias y de todas las instituciones a cargo del rescate y distribución de los insumos necesarios para sobrevivir la emergencia. Loable es la actitud del solidario pueblo costarricense que se vuelca una y otra vez a donar todo lo que está a su alcance para mitigar el sufrimiento de los compatriotas que se ven azotados una vez si y otra también por los embates inmisericordes de la naturaleza y luego de la emergencia regresan a vivir en los mismos sitios a la espera de un nuevo desastre.
Pero antes y después de cada emergencia, seguimos haciendo lo mismo y por lo tanto los resultados de la próxima tormenta serán exactamente los mismos. Es como si el país se hubiera acostumbrado a esperar la llegada de las lluvias, la inundación, los destrozos en las carreteras y puentes y a activar los protocolos de atención durante la emergencia y las campañas de donaciones, para luego reparar las mismas calles e instalar unos cuantos puentes Bailey, de los que dicho sea de paso el MOPT sólo tiene un proveedor bastante caro, y de vuelta a esperar la próxima lluvia fuerte.
En todas las área vulnerables, que ya se sabe exactamente cuales son, debería de aplicarse con rigor la Ley de retiro para protección del río que obliga a retiros mínimos de 15 m y hasta 50 m y no permitir volver a construir en esas zonas de retiro a aquellos que lo han hecho en el pasado y han sido victimas de inundaciones y derrumbes. De igual manera hay zonas del país que deben declararse inhabitables y estas deben respetarse con rigor. Las multas por tirar basura a los ríos deben ser más rigurosas, pero ante todo debemos empezar a hacer cosas que eviten a futuro estos desastres repetitivos. Por ejemplo, todas las municipalidades en estas zonas deben exigir en adelante que las reconstrucciones y las nuevas construcciones se hagan en altura, sobre pilotes de concreto y al menos a una altura superior a la máxima inundación registrada en la zona, de tal forma que a futuro el área se puede volver a inundar y las casas queden por encima del nivel de la inundación.
De igual manera la reconstrucción de la infraestructura de carreteras y puentes debe tomar en cuenta la altura máxima de las inundaciones históricas. Esto incluye construir la obras necesarias como cunetas y contra cunetas, diques, muros de retención y puentes de mayor altura y claro libre, que los que ya una vez se llevó el río.
Hemos perdido el respeto a la vida, 10 muertos por Otto, 12 por Nate, no sabemos cuántos en la Ruta 32, 10,000 personas en albergues cada vez, son sólo estadística. Así como el código sísmico del país se ha ido modificando cada cierto tiempo, para asegurar una adecuada respuesta de las obras ante un terremoto, también deberían ser cada vez más estrictas las normas para evitar construcciones en zonas de desastre, y las obras de reconstrucción deberían ser de una envergadura y resistencia superior a las que ya destruyó la naturaleza en algún momento. Los planes reguladores deberían evitar construcciones en zonas de riesgo comprobado, los proyectos de vivienda de interés social deben construirse y sustituir en zonas seguras a los ranchos y modestas viviendas a orillas de los ríos. Once mil millones de colones invertidos en rehabilitación de puentes y carreteras en cada uno de los dos últimos desastres tendrán que volver a invertirse tras el próximo evento de la naturaleza si no hacemos algo mejor que lo que había y vamos pensando en cómo ir disminuyendo los daños con mejor infraestructura después de cada emergencia. Mejor invertir ahora un 25% más en obras más resistentes y mejor diseñadas y así cada vez tendremos que sufrir menos ante los ataques de la naturaleza.
Dejemos de hacer siempre lo mismo para tener resultados diferentes, hagamos las cosas mejor y tendremos menos daños y sufrimiento. El momento es ahora.